sábado, 31 de diciembre de 2016

Año nuevo, misma vida

La navidad no es una época del año que disfrute en exceso. Es más, me claudico como detractor confeso de dichas fechas, la falsa felicidad y los valores ficticios que reúne. 
Debe ser porque supone recordar el transcurso del año entero, analizar lo bueno y lo malo que dejas atrás, a las personas, el sentirme obligado a hacer cosas que no me apetecen porque así se supone que funcionan estos días... y eso para mí ya es una rutina con la que peleo a diario.
Para mí es una época de tristeza; no sé si porque echo de menos en este instante a mi abuelo, que es lo que más me hace falta en días como los de hoy, o porque me da pena ver a la gente actuar en contra de su voluntad y fingir a familias para dar una imagen inverosímil al resto; más allá del positivismo y del ponerle buena cara a los problemas que puedan contener.
Llevo 3 meses en Zaragoza, alejado de mi familia, de los míos... porque debía y quería hacerlo. Pasando un frío de la hostia día sí y día también. Un frío que te quita las ganas de levantarte de la cama y de vivir, pero combatible por el simple hecho de pensar en por qué estoy aquí.
Echo de menos Barcelona, mi ciudad, la más bonita de las que puedo valorar con conocimiento de causa. 
Echo de menos muchas cosas desde que estoy aquí. Muchísimas. Pero eso no significa que deba volver ni rendirme, no significa que no quiera ver a los míos a diario y salir de currar y poder verle la cara a personas que me apetecería.
No quiero decir que las personas debamos huir para darnos cuenta de ciertas cosas, pero a veces, sí pararnos un poquito a pensar en lo que tenemos y no valoramos porque pensamos que va a estar siempre ahí.
Este final de año estoy distinguiendo más que cualquiera el verdadero significado de la nostalgia, el realmente darme cuenta de que soy afortunado de las personas y cosas que tengo y no aprecio comúnmente, de las que voy recuperando por circunstancias o achicando de cara a mi orgullo porque creo que me las merezco y a veces no me detengo a pensar en ellas.
Esa es mi "Navidad". O como prefiero llamarlo: mis días para descansar y disfrutar de la familia más de lo que me gustaría hacerlo habitualmente. De la familia de sangre y de la que escogemos.
Pero sin rozar la hipocresia, sin querer arreglar algo que esté muerto o roto forzosamente solo porque en los anuncios de la televisión y en las marquesinas me inciten a ser más feliz estos días.
Lo único que quiero es estar con esas personas, con los mismos problemas de siempre que tengo con ellas y que no se van a solucionar ahora porque sea "Navidad", pero con ellas.
Muchos enfocáis estos días en el consumismo, vais estresados por querer ponerle valor a las personas con cosas materiales, en los regalos que se supone que van a medir la felicidad y el amor que tenéis hacia las personas que estimáis...
No voy a ser el mayor hipócrita de todos ni soy un radical. No he dicho en ningún momento que no crea que se deban tener detalles con vuestros respectivos allegados, ya sean materiales o del tipo que cada cual valore.
Pero, ¿de verdad seguiréis poniendo precio a unas fechas que os regalan para disfrutar de la familia? 
¿Tiene que ser ahora cuando decidáis hacerlo y no cualquier día del resto del año porque sí?
¿Debe ser en estas semanas cuando subáis tropecientas fotos de la abuela a la que tenéis que ver sí o sí en la comida familiar y que se supone que tanto queréis y no ningún día del resto del año pudiendo verla igualmente?
Es solo un ejemplo de tantos, pero, ¿y el primo al que podéis ver cualquier otro día y no lo hacéis porque os da pereza y ahora se convierte en el mejor del mundo?
Mi "Navidad" este año es regresar a casa, y este debe ser uno de los primeros años en los que he deseado que se acercasen estas fechas con ilusión.
Mi regalo de "Papá Noel", "Reyes Magos" o cualquier celebración estúpida que implique regalar cosas porque no sé quién dijo un día que debía ser así, es tiempo. Tiempo, porque es lo más valioso que tengo y lo único que no se puede recuperar. Y yo no sé quién va a estar ahí el día de mañana para compartirlo conmigo. Sé quien está ahora, y quizá sea tarde cuando quiera regalarlo.
Esta es la "Navidad" que a mí me vale y no tiene porqué ser la vuestra.
A mí me podrá tachar de consumista el que no me conoce por lo que ve de cara a vuestro circo de payasos como ya dije en su momento, pero no sabe mi situación, no sabe lo que trago y lo que me ha costado llegar para tener eso, pero eso no determina que durante este lapso deba hacerlo porque me lo metan en la cabeza, ni para mí ni mi familia.
El que me conoce sabe cómo soy, lo poco que me gusta que me inviten por no saber cuándo podré devolverlo, lo poco que me entusiasma derrochar y gastar y lo que para mí realmente tiene un precio que va más allá del monetario.
Quizá he fluctuado algún principio momentáneamente porque tengo carencias que intento asimilar y sobrellevar con otras cosas. Porque estos meses me ha venido todo de golpe y porque he estado algo más solo que de costumbre y más centrado en mí que en las cosas que merecían mi atención y también eran importantes.
No he vendido mis ideas para superar los pensamientos adversos y personales que envuelven a mi familia para llenar vacíos, pero sí que me he permitido el lujo de darme algún capricho con el dinero que he ganado con el sudor de mi frente por todo el tiempo que he estado sin poder hacerlo.
Este año he hecho millones de cosas en contra de mi voluntad para soportar mi vida, así que esa tampoco iba a ser la primera, pero no estoy del todo disconforme.
Mantengo mi esencia y mis fundamentos. Así pues, tampoco estoy aquí mas que para echar el grito públicamente de lo que me parece discordante, no para dar lecciones porque yo tampoco os conozco ni sé de la mayoría de vuestros problemas.
De lo que siempre estaré muy orgulloso de decir, es que pocos son los que de verdad se acercan a conocerme sin dejarse llevar por las apariencias. Pero eso se debe al tiempo que me han dedicado, porque se supone que me quieren, como yo quiero a quien dedico el mío, igual que vosotros a los vuestros.
A mí no me gusta hacer propósitos de año nuevo, creo que son metas ficticias. Tan solo pasamos a cambiar el número final de una fecha.
El mundo no va a cambiar su forma, las personas y sus problemas y pensamientos no van a transformarse solo porque otro año ha comenzado. Así que, yendo al grano, no me gusta hacerme propósitos, mas creo que las cosas pueden retomarse cuando somos capaces porque hay ganas y poco a poco.
Quiero volver a leer mucho, a interesarme por las cosas, a escribir sobre la sociedad y lo que me entristece como antaño, a hacer crónicas, a recuperar las ganas, que es lo fundamental para que empiece a hacerlo, y a administrar mejor mi tiempo. A lo que era hasta hace no tanto, a mi otro "yo" de verdad...
Como ya he dicho: lo vital son las ganas, la mentalidad no va a cambiar de un día para otro. Es como en las dietas que te propones sin éxito: "Hoy empiezo porque empieza el año", "mejor mañana que es Lunes y empieza la semana". Son maneras de prolongar las cosas que realmente carecen de nuestras ganas para ser realizadas. Y quizá podamos llevarlas a cabo en el momento que digamos radicalmente, pero si no las aplicamos progresivamente, no suelen ser cosas que podamos mantener en el tiempo. Es ahí cuando se produce el "efecto rebote" cuando nos cansamos. 
Por eso no me voy a proponer nada que ahora no sea capaz de realizar, pero no quita que quiera hacerlo.
Me echo de menos mucho, y la mayor parte de culpa la tengo yo como cada año. Pero eso dudo que cambie porque empiecen a contar de cero otros 365 días.
La "Navidad" os; mejor dicho: nos vuelve gilipollas. No obstante, eso no es algo que vaya a cambiar tampoco en un periodo a corto plazo. Porque todos nos quejamos pero casi nadie mueve un dedo mas que por sí mismo para hacerlo.
Parece que en cada tienda te den un disfraz con falta de personalidad estándar durante datas como en las que nos hallamos.
Cualquiera, pero sobre todo el trabajador que está en contra de estas fiestas y se expone a "hacer el ridículo" con gorritos y adornos en su uniforme, porque a su jefe, que probablemente él no los lleve, porque es "Navidad", o a partirse la espalda diez veces más y cobrando lo mismo solo por eso: porque es "Navidad", en vez de reivindicar sus pensamientos, es, a mi modo de ver, en cierta manera admirable.
Admirable, porque entiendo que hoy en día hay demasiada necesidad como para luchar por cosas de las que carecemos de recursos para afrontarlas ya que nos las quitan o nos coaccionan para que no podamos o tengamos un impulso lo bastante fuerte como para llevarlas a cabo.
Esto me lleva a concluir con que, en estas fechas me he vuelto a dar cuenta, pero ahora más si cabe, que lo que más me estimula para realizar todo es el amor. Y es que es lo que debería mover el mundo y a las personas, no los intereses y el dinero.
Este es un detalle intrascendente y a mi parecer innecesario, pero este mes, por venir a ver a los míos tan solo poco menos de dos semanas, voy a renunciar a un buen pico de dinero de mi salario extraordinario. No es un dato que echo al aire para recibir medallitas porque así es la vida y obviamente no seré el único, pero es un dato que ahí dejo.
Si en vuestra visión a ojos de lo que no conocéis soy tan consumista como aparento, podéis seguir acribillándome con argumentos que distan bastante de la realidad que no va más allá de vuestra opinión inmunda, que yo seguiré sabiendo lo que realmente necesito. Y el dinero en mi casa es algo que hace y ha hecho falta desde hace tiempo, pero es menos importante que otras cosas de mi vida.
Aprovecho para finalizar con eso, con esa mierda de la que tanto me gusta hablar y a la vez detesto, pero que es lo que me mueve a hacer lo que me apetece verdaderamente.
Y es que, bueno, no soy alguien al que le guste pretextar las personas que llegan bien adentro de su pecho, pero, dejando a un lado a mi familia y a mis amigos, que sobradamente sé y saben lo que les quiero a cada uno, quería concluir con el amor que lleva años quemándome profundamente sin motivo aparente o con alguno que no llego a cavilar.
Empecé el año ilusionado con una persona y he terminado ahogándome con otra. Ese sería el resumen superfluo que hace que analice lo que da de sí un año, las vueltas que da y que, realmente, llegue a la conclusión de que no puedes plantearte cosas que van a venir de manera espontánea y sin saber cuándo a tu vida.
Es poco habitual que las personas lleguen aquí dentro de una manera que no lo suele hacer apenas nadie. Debo tener mi coraza, mis experiencias y bien claro lo que quiero para compartirlo con alguien, pero a veces es inevitable que alguien termine por derribar mis mitos.
Soy una persona normal, que también hace las cosas cuando le apetecen y no solo en ambientes hostiles y porque se sienta obligado a hacerlo, porque a mí esa mierda no me aporta nada, pero sí, también hago las cosas que aborrezco como vosotros. Soy básico en ocasiones, soy uno más, soy de carne y hueso y me surgen necesidades. Pero habitualmente no me excedo en caer en esas banalidades porque no me gustan. No me gusta parecerme a vosotros.
Es chungo eso del amor y la confianza mirando alrededor y en lo que hemos convertido a la sociedad. Aun así, a donde quiero llegar es a lo de siempre. A que a mí lo que realmente me hace sentir vivo es lo que me hierve. Lo que me duele, me penetra y hace que dé vueltas mi cabeza durante 24 horas.
Lo dicho: empecé el año ilusionado con alguien que mantenía mi cabeza dando vueltas cual tiovivo a lo largo del día. Mas aún cuando la tenía que ver a diario. Por circunstancias, las cosas se evaporaron y esa persona terminó llenándome de otra manera que ahora agradezco.
Ahora, tampoco encuentro una palabra coloquial que encaje en un sentimiento predeterminado ni quiero indagar en un tema que quien sabe de mí ya conoce y lleva arraigado a mi persona desde hace un año...
Podría decir que, en cierto modo, me he vuelto a enamorar de la totalidad en conjunto de varios aspectos de una bellísima persona, de las que a mí me revuelven por dentro y después de tanto tiempo, de otra persona distinta a la mencionada anteriormente, y mira que sería jodido después de todas las personas que han intentado llegar aquí desde entonces, que lo hubiese hecho de algo tan parecido pero a la vez tan distinto a lo que hace años me destrozó.
Podría decir tantas y tantas cosas y ni me acercaría a lo que realmente ha sido o es, que me da miedo adentrarme en meterle calificativos a eso. De hecho nunca los tuvo.
No puedo sentir algo tan profundo por un ser que no existe o que depende más de mi imaginación que de la propia realidad. O sí, es que de veras que ya no lo sé ni quiero saberlo.
He llegado a pensar que he terminado así porque, como a la única persona que llegó a hacerme sentir meramente parecido la conocí y traté en una situación tan opuesta a la vez que similar, intenté querer reanimar aquella experiencia para solucionar problemas intrínsecos de aquello más allá de dedicarme a apreciarla a ella.
La verdad es que todos esos supuestos que vagaban por mi cabeza, vete a saber tú por qué, ya no me importan.
El amor es lo que mejor resumiría mi vida desde hace varios años, desde que mi vida pegó un giro brusco de 360 grados: el amor hacia las personas, la vida, las cosas, el desamor...
¿Y qué si lo he vuelto a hacer? 
No es algo que me atormente. Qué diantres, eso es lo que me repito día tras día, pero para qué engañarme: sí, me atormenta mucho sentirme así.
El amor ni se elige, ni se rige, ni se dirige por nada, y eso es lo mejor y peor de todo. Lo mejor mientras perdura y lo peor si se esfuma.
Diría que he vuelto a sentir por lo desconocido, por lo banal, por lo imaginable, por lo que hizo desenamorarme de la vida un día y, una vez más, ha hecho que llegue a lamentarme y desgañitarme pensando en lo injusta que resulta la misma.
He intentado forzar las cosas. Las cosas que no forcé yo y a las que tenía miedo de adentrarme pero aparecieron por el camino de una manera apetecible. A volver a ganar algo que perdí hace mucho y no quiero recuperar. Porque no me gusta entregarme. No me gusta desnudarme. No me gusta dejarme llevar por lo que quiero. No de esa manera. Porque sé que cuando más confiado y a gusto estoy, las cosas se me escapan y me dañan, y al final termino haciéndome daño de todas maneras por tomar decisiones.
No me gusta ser feliz, o no de la manera que vosotros entendéis la felicidad propiamente dicha. No me gusta ser como todos. No me gustan las relaciones superficiales ni clásicas, ni llenar vacíos ni necesidades inmediatamente. No me gusta el mundo tal y como está montado, pero no puedo quejarme porque no debo ser el único. No me gustan muchas cosas pero convivo con ellas. Y al final por no gustarme tantas cosas no me gusto ni yo.
Me encanta hacerme el tonto, indagar en la intelectualidad de ciertos aspectos de los seres que se escapan de la mayoría, exprimir a quien sé que puedo de una manera que permite que me divierta sin hacer daño a nadie, pero desgraciadamente, cuando me meto mucho en el papel, eso me lleva siempre a volver a mi ser detestable, a mi egoísmo, a los celos, en vez de querer a esa persona como se merece y, como en esta ocasión, disfrutar de la situación que la vida me tenía preparada de nuevo.
Solo por eso pienso que valía la pena. Por ser capaz de matarme como muy pocas personas saben.
Llegué otra vez a lo que no quiero, a dejar de entender todo, a desconectarme y a destruirme como tantas y otras veces.
Tuve que escapar a pesar de que no fuese lo que más me apetecía, pero me sentía como si me estuviesen tomando el pelo.
Para mí era complicadísimo volver al principio, a tomarnos las cosas con calma y a jugar de manera silenciosa.
Quería correr y forzar las cosas, insisto. Y esa no es la manera de querer a alguien.
Por eso decidí irme. Por eso y muchas otras cosas que me disgustaban y no podía conseguir de ella.
Quería darle una libertad a esa persona pero que fuese para mí. Y eso, estando tan lejos, no es algo que sepa ni quiera volver a hacer.
Tengo a personas en la distancia a las que quiero, pero no de esa manera que estaba empezando a sucederme de nuevo.
Intento adaptarme pero no me sale. Me quiero solo, y quiero a los que me quieren conmigo, pero a veces dejo ir cosas, situaciones y personas que deseo y quiero, para vivir más tranquilo pese a que me fastidie porque no veo más soluciones.
Fastidiosamente sí las veo. Iría a verla. Haría mil cosas, pero no siento que deba por lo que yo haya o no recibido, o que el miedo que nos envuelve hoy en día me atemoriza a realizar las cosas que desearía a pesar de que me muera de ganas de hacerlo.
Soy así de ridículo, pero sé que es lo mejor que pueden hacer las personas por ellas mismas antes de destruirse conmigo: alejarse de mí.
Sé quién congenia conmigo, quién me merece y qué merezco de sobras, y no me gusta probar las cosas por ver qué sucede. A veces porque lo detesto, otras por cobarde y por miedo, otras porque simplemente es la mejor opción a largo plazo.
No es que vaya despechando a las personas que quiero, pero no dudo en distanciarme a mi manera de lo que no cuadra en mi vida en ese instante concreto.
Y así voy, una tras otra, dejando escapar lo que me conviene por mis fallos internos y el desencanto que padezco por la gente y los sentimientos cada año a mayor escala. Porque no me gustan como están pintados, no me gusta el funcionamiento de los mismos, porque ni yo me aplico lo que desearía.
Esta mierda no la entenderéis si no habéis vivido situaciones similares y porque solo me llena a mí, pero cuando sufres un ligero "deja vú" de una cosa que en el pasado te dañó y a la que no te atreverías a volver y vuelves, perfeccionando esos fallos, o te aporta cosas positivas donde antes no eras capaz de hallarlas, debe significar algo. Debe significar algo el hecho de que alguien anule tus barreras y miedos anteriores, tus experiencias negativas, y sepa convertirlas en irrelevantes, aun sin haber estado en mis cualidades óptimas del todo. 
Pero, he vuelto a fingir lo que no soy solamente para alejarme de ella, porque no me sale rentable convivir con sentimientos negativos que yo me genero al no poder sentir los positivos a diario. Y me da mucha pena. Por mí y por ella.
He vuelto a caer desde lo más arriba, y os habéis dedicado más a hablar de mis apariencias que de saber mis heridas o molestaros en conocerlas. Pero ya me he encargado de colocar a cada persona en el lugar que le corresponde una vez más. Y orgulloso estoy de que sean pocos los que sigan conociendo una mísera parte de mí. No me cansaré de decirlo.
A mí, aunque no lo parezca y sea irónico, las redes sociales me la comen bastante, porque no me cansaré de repetir tampoco que distorsionan la realidad.
Me la suda el contenido, los comentarios y todo lo que las envuelve.
No suelo publicar mi vida personal, o al menos no solía a esta escala que no es ni una tercera de la tercera parte de lo que me sucede ni de las personas con las que paso las horas. Porque escasamente subo lo que hago más allá de mi persona y sus "cafradas", mucho menos de momentos que prefiero disfrutar acompañado antes que de compartirlos con desconocidos, solo que en ocasiones me apetece ser uno más como el resto para no alejarme tanto.
Algunas ya he dejado de utilizarlas, otras estoy volviendo a hacerlo y otras las uso y abandono a rachas. Según me dé. Pero siempre regido por mis principios, los cuales se pueden alejar más o menos de lo que a mí me apetece a raíz de cómo me encuentre en ese preciso instante y más, si este año he pasado la mayor parte de él desconectado de las tecnologías por mi pasión por destrozar y perder móviles en condiciones de ebriedad y, las pocas fotos que me han hecho y me he podido hacer con quien me salía de los mismísimos, he preferido guardármelas a excepción de las que me ha dado la gana subir. Los momentos me los llevo en la retina y en en el corazón, que ahí es donde puedo guardarlos eternamente.
En conclusión, sé que me he desviado bastante del tema inicial y que suelo ser repetitivo año tras año con sus pequeños matices, pero es que no cambio tanto a pesar de todo en 365 días. 
A parte de que ya sabéis que cuando me pongo a hablar de lo último me enredo de una manera que, al no saber exteriorizar como me gustaría que entendierais, me pierdo.
No vine a contentar a nadie, así que esto ni si quiera es un resumen de mi año, apenas de una leve parte de mi pensamiento y los últimos meses generalizando lo más destacable, porque para detenerme en verano y en otros momentos ya tengo otros escritos, y este ni si quiera me apetecía compartirlo con los míos.
No obstante, tenía que manifestar mi predilección por las letras hasta el último día de este curso. Tenía que escapar de vuestros deseos y felicitaciones surrealistas de "Navidad" y año nuevo que os afloran de la imaginación a todos por igual en estos instantes. Tenía que ser yo. ¿Qué esperabais? 
Y si todavía seguís esperando algo de mí que no os debo: que empecéis bien el año y que disfrutéis de estos días, es lo mínimo que puedo decirle a un desconocido que se toma la molestia de leerme.