Podría empezar estas líneas con aquella famosa canción de Lola Flores que dice: ¡Ay, pena, penita pena!
Seré breve. A pesar de que sea un apasionado de todo tipo de intelecto, no me siento cómodo desnudando mi inteligencia intrapersonal para hablar de lo que quiero aunque suene sarcástico.
Me gusta sufrir.
Bien, quiero aclarar esto.
No es el hecho de que me apasione vivir entre penurias, pero sin concretar nada, llevo bastantes años haciéndolo y ya me he acostumbrado.
Todo el mundo tiene sus penas en casa y fuera de ella, y yo, no quiero ser más que nadie en ese sentido. Pero como ya dije en alguna ocasión anterior: considero que vivo y he vivido cosas que no me tocaban, simplemente por imbécil o porque me las he buscado yo por mi mala vida, y porque de pequeño siempre me llevaron en volandas.
Siempre he estado muy presionado: que si el niño no atiende es hiperactivo, que si sufre adicciones es por equis motivo, que si tan joven se tatua o hace un piercing es un antisistema y un problemático...
Si hubiese podido, debería haberles dicho en ese momento a todas esas personas: ¡Dejadme en paz!
Siempre han pensado por mí. Han intentado que me adapte al modelo de vida de los demás, que estudiase como ellos querían e hiciese lo mismo que mis compañeros. Desistieron de mí, me hicieron creer que se preocupaban, mas lo único que querían era que no enturbiase el panorama. Me quisieron hacer creer que tenía problemas enormes e irreparables, trataron de cambiarme para ser como ellos querían que fuese y casi lo consiguen, solamente por tener los problemas propios de alguien a una edad adolescente que, hoy en día, cada vez son más comunes.
Me tuvieron durante mi adolescencia anestesiado, siendo un conejillo de indias, y ahí fue cuando sí empezaron a crearme los problemas que desarrollé después.
Es verdad que maduré muchas cosas en esa etapa, solucioné problemas y dejé una vida agresiva e insana atrás, pero no tendría que haber pasado ese trámite si no me hubiesen inducido ellos a eso.
Si me hubiesen dejado pensar por mí mismo, si no me hubiesen obligado a llevar un camino recto, seguramente hubiese crecido o me la hubiese pegado antes, pero al menos hubiese sido siendo yo mismo.
Acabé harto de las personas que intentaron cambiarme, de aquellas que intentaron hacerme creer que me estaban echando una mano y tan solo estaban desempeñando su trabajo.
Estoy seguro de que si no me hubiera faltado mi abuelo nada de lo primero hubiese sucedido, y, por ende, nada de lo que vino después. O sí, pero me hubiese ayudado él a enderezarme sin querer cambiarme.
A medida que fui creciendo, llegué a la conclusión de que soy una de esas personas que sobresalen ante el resto, esas que te encuentras entre una de cada cien, una persona distinta...
Soy alguien diferente, que no lleva ni ha llevado nunca una vida acorde a lo que debería ser, pero no me desagrada; es más, me gusta.
Volviendo al principio, a lo del sufrimiento, podría asegurar que me creo más fuerte que muchos por soportar lo que soporto y haber aguantado tanto durante todos estos años.
He estado en el agujero demasiadas veces: que si problemas familiares sobrellevados al extremo, amores sufridos más de la cuenta, fracasos: deportivos, escolares etc..., lesiones, enfermedades de todo tipo... y siempre he logrado salir de él, aunque claro, de muchas de esas cosas me han quedado secuelas físicas con las que voy a tener que vivir hasta el día en que me muera. También es por mi psicología y por salir, más tarde que pronto, por querer hacerlo a mi manera en cada caso.
Por eso creo que vivir mi día a día es de valientes y es soportar mucha carga. Que no estoy en casa de nadie para saber lo que vive cada uno de vosotros, pero no me hace falta para saber que con veintidós años, lo que paso a diario desde hace séis, muy común no es. No es una vida fácil - lo aseguro -.
Pero me alegro de todo eso en gran medida porque estoy creciendo dentro de mi cabeza más que el resto. No estoy para nada lamentándome, aunque sí me queda algo de rencor bien adentro.
Si bien es cierto que en clase o desempeñando algunas tareas propias de mi edad, no hago nada por desinterés o no sé hacerlas; y quien comparte mis días lo ve, luego cuando hago algo que disfruto, rozo lo correctísimo. Soy muy perfeccionista, pero solamente con las cosas que me apasionan y, de eso, hay poco en esta vida.
Estoy acostumbrado a escuchar desde que era un zagal que soy un talento desaprovechado por falta de ganas; no creo que sea así, ya que es un "defecto" que estoy transformando en cualidad con el paso de los días. También he sido así por las presiones y por envidia, porque se me han dado bien muchas cosas a lo largo de mi madurez, pero entre que me han obligado a hacerlas de una manera exacta que, seguramente, no era la que mejor desarrollaba mi potencial, y que muchos hijos de puta han intentado hundirme por el camino, muchas veces he cedido ante la falta de confianza que atesoraba y que terceras personas me crearon.
Afortunadamente eso lo he perdido a medida que he ido prosperando. Estoy aprendiendo de la vida más rápido que ninguno a base de palos y de adquirir aquellos conocimientos que de verdad me interesan.
En realidad, de la vida tal y como quieren que la veas para insertarte, no sé casi nada, pero sí de las bases para abrirme un camino propio para llegar a tener un futuro y encontrar un equilibrio interior apetecible.
Me encanta mi cerebro aunque a veces me haga pasarlas putas, me fascina pensar por mí mismo e ir al revés de todos. Soy tan extraño que, a lo mejor, tengo una idea opuesta a la mayoría, y si esa idea propia empieza a ser tendencia, intento buscarle otra contraposición a esa oposición previa. ¡¡¡Es exagerado!!!
Pero me gusta, me gusta y ayuda el darle vueltas a un montón de cosas que los demás pasan por alto - de veras -.
Disfruto siendo así; saliendo de unos límites marcados.
Vivo de manera infrecuente, hago cosas atípicas pero que en mi cabeza no lo son tanto. Mi lógica se escapa de la mediocridad y es un alivio para mí; el ser un incomprendido, el tener a tan pocas personas que creen conocerme y, aun así, tampoco me conozcan tanto como creen.
He llegado a la conclusión de que solo rozo la "felicidad" viviendo así. Me hacéis ser una persona triste, otro en mi lugar estaría desgañitándose, pero yo disfruto en la superficie de la tristeza. Porque sí, porque soy frío, porque estoy acostumbrado a sufrirla y no me gustaría vivir al revés de lo que tantos años llevo mamando, porque entonces sería alguien normal, alguien casi perfecto, alguien con sus pequeños problemas no influyentes en el día a día. Sería alguien como vosotros y eso no mola.
La felicidad es una percepción difícil de describir, pero desde que decidí empezar a entrometerme dentro de la psicología de las personas, interesarme por ese campo y leer sobre ello, y vivir de una manera asintomática y bohemia a mi manera, creo que es cuando más cerca he estado de rozar la satisfacción de mi cerebro a base de serotonina. Porque desde pequeño intentaron meterse dentro de la mía, y ahora me agrada ser la antítesis de esa línea marcada que me querían interponer, y delirar preguntándome por qué las personas son o deben ser así.
Hoy no soy el reflejo exacto de lo que debería haber sido si no me hubiesen sacado de mi trayectoria, pero creo que cada vez estoy más cerca de encontrarme con el punto medio de mi sino; hubiese vivido esto o no.

